3 de julio de 2017

Período precolonial: Los señoríos y los mallkus en Potosí

En los siguientes párrafos, se reseña una obra que data de la década de los 90, del siglo XX. Se trata de una versión que aborda sucintamente sobre Los señoríos y sus mallkus (líderes comunales) de la región de Potosí en dos momentos: primero retrata los territorios étnicos en el Altiplano y segundo describe las características de las autoridades autóctonas de los señoríos.



Período precolonial: Los señoríos y los mallkus en Potosí


Reseña

ARZE O., Silvia y Ximena Medinaceli, Los señoríos y sus mallkus, colección de Historia y Actualidad, Norte Potosí N° 3; Ministerio de Desarrollo Humano, Secretaría Nacional de Participación Popular; Bolivia, 1997.


@ ABRAHAM SAHUA | MYMPOLITIKON BOLIVIA
abrahamsahua@gmail.com

La época prehispánica, o período precolonia como prefieren denominarlo algunos investigadores, es una temporalidad que no está definida ni cerrada. Especialmente con el avance de la Arqueología se van encontrando nuevos hallazgos y renovando antiguas afirmaciones, unas se mantienen y otras se descartan. Esto no significa que viejas investigaciones estuvieran amañadas o trocadas, sino que fueron simplemente resultados del momento, de una determinada temporalidad, estableciéndose como hipótesis y que van modificándose según el acontecer de las nuevas generaciones y el desarrollo de la ciencia.

Sin embargo, en esta oportunidad, en los siguientes párrafos, se reseña una obra que data de la década de los 90, del siglo XX. Se trata de una versión que aborda sucintamente sobre Los señoríos y sus mallkus (líderes comunales) de la región de Potosí en dos momentos: primero retrata los territorios étnicos en el Altiplano y segundo describe las características de las autoridades autóctonas de los señoríos.

“Los territorios étnicos”.

En  cuanto al primer momento, Los territorios étnicos, se hace una puntualización de los espacios en que los distintas comunidades étnicas se asentaban. Pues así se señala lo siguiente:

·        al norte del Lago Titicaca estaban los Canas y Canchis, y alrededor del mismo lago se encontraban los Lupaqas, Kolla y Pakajes;
·        por el norte de Potosí se desarrollaron los Charka, Qara Qara, Chuis y Chicha, formando una confederación;
·        entre el Lago y Potosí convivían los Carangas, Quillakas, Asanaques, Sevaruyos y Uro (en Oruro) y
·        por el lado de Cochabamba se encontraban los Sora y los Yamparaes en Chuquisaca.

Estos grupos, denominados “señoríos” o “naciones”, además de tener territorios propios, tenían nombres y autoridades propios. Además, “estas naciones tenían un territorio principal donde estaban la mayor parte de la población y donde vivían sus mallkus, pero también tenían tierras en regiones muy alejadas separadas de este territorio principal” (p. 7-8), del cual se abastecían de productos diferentes.

De acuerdo al texto, la lengua que hablaban estos pueblos era el “aymara”, jaya mara aru diría la corriente indianista. En realidad, hasta el momento, no es posible afirmar, a ciencia cierta, cuál fue la lengua mater de estas primeras etnias. El término aymara es un ardid de los colonizadores españoles por la premura de querer comunicarse con los nativos de estas tierras.

Otra característica de estos pueblos étnicos es que se bifurcaban en dos mitades, dos parcialidades, el Hanansaya y Urinsaya, que gira de acuerdo a su cosmovisión, como dos fuerzas o como hombre y mujer.

Entonces, el Señorío Charka se dividía en Sacaca (Hanansaya), que a la vez se dividía en Jila (Hanansaya) y Pagre y Sullka (Urinsaya), y Chayanta (Urinsaya), que aglutinaba a Chullpas, Laime, Karachas, Chayantaca y Sicoya.

El señorío Qara Qara se dividía en Macha (Hanansaya), que éste a la vez se dividía en Macha Haransaya y Pocoata Urinsaya, y Chaqui (Urinsaya), en donde se encontraban Chaqui, Visisa, Tacobamba, Moromoro, Caracara, Collo, Caquina y Picachuri.

En los valles se hallaban los siguientes señoríos. En las regiones de Auqimarca y Cayana, en los valles de Potosí, convivían una mezcla de distintos grupos étnicos que estaban en busca de tierras fértiles. Pero “de estos Auquimarca y Cayana se sabe muy poco, casi nada se conoce. Es muy posible que hayan formado parte de Charka, obedeciendo a los mallku de los Charka” (p. 12).

En el sur de Potosí se encontraban los Chichas. Su territorio era el más extenso de los señoríos que se extendía hasta el norte argentino, siendo su capital Tolima, luego se cambia a Tupiza. Este vasto territorio no era apto para la agricultura ni para la ganadería, su riqueza se encontraba en la minería del oro y la plata, que en el Tawantinsuyu será su actividad económica.

Y en el valle de Cochabamba se concentraban los Sipe Sipe, Cota y Chui, pero también los Sora en parte de Oruro. “Los Sora no pertenecieron a la Confederación de Charka, pero fueron sus amigos y aliados (…; y) estaban organizados también en dos mitades, Paria en Hanansaya y Tapacarí en Urinsaya.” (p. 14) 

Pero estos grupos cayeron en manos de los inkas, podría decirse una primera colonización, que aglutinados formaron el Kollasuyo, al sur de lo que fue el  Tawantinsuyu, espacio geográfico de los cuatro suyus. Sin embargo, se dice tal colonización no tuvo ribete de absoluto, pues dejó que las comunidades mantuvieran sus costumbres, sus dioses y autoridades, hasta la lengua propia. 

“Los Mallkus del Norte de Potosí”.

Ahora bien, el segundo punto, sobre Los mallkus del norte de Potosí, trata sobre todo de las características de los líderes o autoridades –llamadas Mallku, cóndor, en los pueblos aymaras, y Kuraka en los quechuas– que comandaban dichos señoríos. Eran los intermediarios entre el mundo material y el mundo espiritual; es decir, tomaban contacto con las deidades achachilas y las wacas y, en el Tawantinsuyu, con el Inka.

En estos señoríos, antes de la llegada de los españoles, la organización de las autoridades dependió de la organización del territorio. Así tenía un mallku Hanansaya, el más importante, y otra Urinsaya. O sea, en estos pueblos étnicos hubo autoridades mayores, intermedias y menores como aún hoy existen en algunos lugares.

Estas autoridades ejercían todo poder sobre sus ayllus, hasta fueron reconocidos como tal por los inkas. Pero llegada la colonia, fue mutilado el poder de decisión, pasando a un estado de dependencia de los españoles. Asimismo, cambian de nombre de Mallku a “cacique” por iniciativa de los peninsulares “que lo tomaron del idioma de los indígenas de las Antillas que fue el primer lugar donde  los españoles y los indígenas tuvieron contacto” (p. 19).

Ahora bien, “con el recuerdo de los abuelos o buscando documentos que todavía se guardan en los ayllus podamos recordar los nombres de las autoridades antiguas de diferentes lugares” (p. 20).

Por ejemplo, del señorío de Qara Qara se conoce algunos mallkus antiguos. Cuando los españoles incursionaron a estos territorios (1535), el mallku de Macha (Hanansaya) fue conocido como Tata Paria, señor de todos los señoríos de Urkosuyo. Su hijo se llamó Gualca y vivía en Machacamarca, cacique de la parcialidad de Hanansaya.

“Como estos caciques eran personas tan importantes, en ese tiempo se reconoce su calidad dándoles algunos privilegios. Por ejemplo tenían ropa muy fina tejida de vicuña, casi no caminaban sino que eran llevados en unas literas o andas (…, y) también estaban protegidos con un quitasol  o sombrilla hecha de plumas de pájaros de muchos colores.” (p. 21) 

En el lado de la otra parcialidad, en Urinsaya, se encuentran los mallkus de Pocoata. El más antiguo fue Hanco Tutumpi Ayra Canchi, tuvo dos hijos, Ochotoma –esposo de la hija del Inka Huayna Kapak, con quien engendró un hijo que llevó nombre castellano y apellido indígena: Francisno Ayra, quien a la vez engendró a Fernando Ayra de Arriuto– y Moroco –fue guerrero, a su hijo lo llamó Fernando Chuichui, y éste a su hijo Fernando Chinchi–.

Desde Fernando Chui Chui, todos los siguientes caciques vivieron bajo la égida español. El último de los descendientes de esta hilera cacical fue Fernando Ayra de Arriuto “que a principio del siglo XVII, pidió a la Corona Española que le reconociera sus servicios” (p. 23), y recibió un escudo de armas con figuras de la cultura andina.

Y en tiempos del Inka Huayna Capac, aparece Hachacata, poderoso líder indígena, que tenía el control sobre las tierras de Sora, Umasuyu y Urkosuyo, hasta el linde de Chile. Fungía como segundo Inka por imposición de manos del Inka. Y su descendencia continuó con la tarea del cacicazgo.

En el caso de los Charca, sobre los mallkus de las dos parcialidades, Sacaca (Hanansaya) y Chayanta (Urinsaya), se sabe sucinto.

Pues sobre sus autoridades autóctonas de Chayanta, se tiene referencia solo de los primeros nombres: Ayracha y Canche. Éstos gobernaban hacia el año 1550, poco antes de la llegada de los españoles, pero no se sabe “de qué ayllu eran y si sus hijos siguieron siendo los caciques del lugar” (p. 24). Luego, no se sabe de otras autoridades de estas tierras hasta 1582: Francisco Soto (de Layme), Alonso Causire (de Chullpa), Gregorio Achuquira (de Karacha), Francisco Chambi (Chayantaka) y Alonso Pampaconi (de Sikoya). 

En cambio las autoridades de Sacaca, de la parcialidad Hanansaya, se conocen mejor. El cargo de estos caciques se dice que data de generaciones anterior a la colonización inka, y que se reprodujo hasta todo el período colonial.

En consecuencia, “los mallkus de los Charka, desde su antepasado más antiguo, fueron los siguientes: antes de la llegada de los españoles (están) Haracha (año 1450 aprox.), Capacatiaraca (año 1475 aprox.), Cohocoho (año 1500 aprox.) y Coysara (año 1535); durante los primeros años de la colonia (están) Alonso Ayaviri (año 1560), Fernando Ayaviri (año 1582) y Juan Ayaviri (año 1590)” (p. 26-27).

Finalmente, los mallkus de Sacaca, asimismo, pidieron a la Corona Española un escudo de armas en reconocimiento a su investidura, y fue concedido, con los mismos argumentos iconográficos que el de los de Pocoata.  


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