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Llama la atención uno de sus lineamientos que ordena a hacer contacto
con militares de servicio activo y de retiro “ya identificados” para encabezar
una insurrección o permitan y apoyen una intervención extranjera o un
levantamiento
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Desde que se habló
(2015) sobre la re-postulación del binomio Evo-Álvaro el 2019 a través de un
referendo constitucional el próximo 21 de febrero (21F), la oposición entró en shock y desde los junaits recibió lineamientos para descargar ira furibunda y
sanguinaria.
Aunque la Vieja Política niega
que recibe instrucciones desde los EEUU, la prueba es contundente, como el
manual “Plan Estratégico para Bolivia”, del Instituto Interamericano para la
Democracia (IID) –cuyo director es Carlos Sánchez Berzaín “Zorro”–, apoyadas
por otras instituciones norteamericanas –Fondo para Estudios Americanos, FTI
Consulting, Fundación Internacionalismo
Democrático, InterAmerican Institute for Democrcy (Liberty and Democracy)–, llegada
hace tiempo atrás al país.
Pero esta intromisión no es de
ahora sino que históricamente el gobierno norteamericano utilizó organismos
para maniobrar desde la sombra a través de operadores políticos nacionales e
internacionales en países que decidieron tomar autodeterminación para
construirse desde adentro, lo que, obviamente, al imperio no le conviene, porque
va en contra de sus intereses geopolíticos, más aún hoy cuando está en crisis. Así
lo hizo en Honduras, Paraguay, Argentina, Venezuela, Brasil, por decir algo. Y
lo está haciendo en Bolivia.
Dimensión del asunto.
De lo que se trata es de un juego
de intereses reflejado en la concentración
de los recursos naturales y su riqueza
en pocas manos –para engrosar el capital de una casta– o en la mayoría del
pueblo –para satisfacer las necesidades más sentidas de la vida–. No es otro el
interés.
Por lo tanto, lo que se pone en
pugna es qué sector de la sociedad toma
el poder –la minoría, la casta apátrida, o la mayoría, el pueblo patriota– para
apropiarse o redistribuir la riqueza que genera los recursos naturales. Este es
el otro punto.
Y la Vieja Política pretende
regresar a ostentar el poder para volver a enajenar los recursos naturales y
todo lo que se consiguió en diez años en el Gobierno del Cambio y, además, para
poner en vigencia, por sobre el pueblo, sus intereses particulares.
A pocos días del 21F.
En Bolivia, la minoría –la Vieja Política
antipatria y nazifascista– fue derrotada el año 2003 y diezmada el 2008, y
desde entonces no escatimó en revitalizarse y volver, siempre con ayuda de la Embajada
Americana, a punta de golpes fallidos, racismo puro, boicot económico, mentira,
difamación… Probó toda estrategia antidemocrática, y hasta el momento, sin
resultados concretos. Y eso le desespera.
Pero, ahora, a pocos días del
21F, la cosa se pone más cruda todavía. Las instrucciones de Carlos Sánchez
Berzaín ´Zorro´ llegó a Bolivia con mucha toxina, direccionadas hacia el
presidente Evo Morales y vicepresidente Álvaro García. Las órdenes enviadas desde
el norte en su manual de instrucciones tiene varias disposiciones de acciones y
semánticas terroristas que repite a diario la Vieja Política, como por ejemplo:
“régimen dictatorial”, “corrupción”, “crisis económica”, “eternización del
poder” y “suplantación de la Constitución por la Constitución del Régimen”.
Pero más allá de las instrucciones
de utilizar los medios masivos de información para lanzar inmisericordes
afirmaciones sobre la imagen del Presidente y Vicepresidente, soliviantar
desorden social a través de paros, huelgas de hambre, bloqueos de caminos y
todo tipo de movilizaciones oportunistas junto a políticos como Rubén Costas,
Luis Revilla, Félix Patzi, Soledad Chapetón, Samuel Doria Medina, Jorge Tuto
Quiroga Ramírez y Manfred Armando Reyes Villa, llama la atención uno de sus lineamientos que ordena a hacer contacto
con militares de servicio activo y de retiro “ya identificados” para encabezar
una insurrección o permitan y apoyen una intervención extranjera o un
levantamiento civil.
Además, el manual habla de
“re-establecimiento de la Constitución Política del Estado”, de la antigua, la
vieja; lo que significa aquello que siempre pregonaron: volver al “vicio más
antiguo”, que la Constitución está mal, no sirve… para sus intereses.
Y para eso, la Vieja Política está
dispuesta, siempre fue así, a que corra sangre de inocentes si es posible para
volver a que sus intereses entren en vigencia nuevamente. A eso conciben como
“transición democrática pacífica”.
Veamos el texto: “Contactar con grupos militares en
servicio activo y en condición de retiro ya
identificados para ampliar la campaña dirigida a restarle prestigio al
gobierno dentro de las Fuerzas Armadas. Bajo el principio de que las Fuerzas
Armadas deben asumir el papel de garantes de la democracia en Bolivia. Hay que lograr por cualquier vía, el
re-establecimiento de la constitución. Es vital preparar a los militares
para que a partir de un escenario de crisis y conflictividad social interna
encabecen la insurrección contra el régimen, o al menos que apoyen una
intervención extranjera o un levantamiento civil para viabilizar la transición
democrática pacífica”[1].
La figura del “No”: restauración de la Vieja Política.
Lo que se ve en el horizonte no
es algo nuevo, sino la continuación de esas
arcaicas prácticas antidemocráticas, porque al parecer la fortaleza del “proceso de cambio” continúa anclada en la población movilizada,
organizada y participante.
Ya en estos días se observó lo
tan bajo que puede caer la Vieja Política apátrida, siendo fiel a las
instrucciones del “Zorro”, para concretar objetivos, y está dispuesta aún ha
revolcarse, ya lo dijimos, si fuera necesario, en sangre de bolivianos y
bolivianas. Así lo demostraron el 2008, y nada raro que en el futuro inmediato
vuelvan a esas prácticas.
En consecuencia, en Bolivia se
decidirá el 21F la continuidad o el posible estancamiento del “proceso de
cambio” iniciado el 2006, y que a la fecha, trajo muchas satisfacciones al
pueblo boliviano, que al 2025, la fase será concretada. Pero el boliviano y la
boliviana daré su veredicto en pocos días. Lo que se debe hacer es simplemente
escuchar y respetar su pronunciamiento.

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