7 de agosto de 2015

Gota de golpismo I: Comcipo no logró su propósito en La Paz y espera concretarlo desde Potosí

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Sus crasos errores hicieron aceptar el insistente e implorado diálogo del Gobierno, por más de una decena de veces, pero sin haber logrado la presencia y firma del Presidente, sólo sus caprichos agobiantes.
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Los dirigentes del Comité Cívico Potosinista (Comcipo) iniciaron un “paro cívico” indefinido con la intención de replicar los actos golpistas y separatistas del año 2008, pero esta vez, para levantar la bandera del “federalismo”. Pero no lo dijeron. La falta de lucidez e imaginación de poner en mesa esta discusión les hizo perder la perspectiva, por lo que este “antojo” lo camuflaron en un pliego petitorio cuestionado de 26 puntos.

En sus planes nunca estuvo la intención de dialogar sino el de repetir el escenario de confrontación e intolerancia, pero en la ciudad de La Paz, con refuerzos de mineros cooperativistas y vándalos que llegaron, dinamita en mano, desde Potosí a la Sede de Gobierno. Pero tampoco lo consiguieron, solo el repudio de los paceños por dinamitar sus calles y su efeméride.

Quisieron captar simpatía de los bolivianos y las bolivianas a base de dinamitazos y verborreas: vaivenes de cartas que decían y no decían nada más que sus enredos y torpezas gramaticales… sus contradicciones… todo fuera de lógica y sentido común. ¿Quién los entendió? Ni ellos mismos entendían sus escritos.

Furia, saña y diálogo. Señalaron, a voz en cuello amenazante, en que estaban dispuestos a generar muertos de ambos lados, tanto del movimiento cívico como de la Policía, además, de envolver en llamas a aquellos que creyeran infiltrados del gobierno en sus filas. Preparaban así el escenario lúgubre, que al parecer, tendría tiempo indefinido: “Cinco día, cinco semanas o cinco meses más, tenemos fuerza todavía”, dijo a los medios Jhonny Llalli, presidente de Comcipo, después del acto terrorista-dinamitero en ambiente del Viceministerio de Régimen Interior, por el brazo de choque de Comcipo.

Al final, tuvieron que doblegarse frente a sus crasos errores. No les quedó más que aceptar el insistente diálogo del Gobierno, que había hecho en más de una decena de veces, pero sin haber conseguido el capricho de la presencia y firma del Presidente; pero eso sí, lograron sus absurdas condiciones, que rayaban hasta el agobio.

Condiciones dilatorias. Entre sus requerimientos de Comcipo estuvo el de trabajar por “tiempo y materia”, pero aun así esto no lo honraron a cabalidad. Instalado las mesas de diálogos, los cívicos recurrieron en más de una vez a cuartos intermedios, acciones, que en los hechos, congeló la cualidad de la forma de trabajo que ellos mismos condicionaron al Gobierno para la apertura del diálogo.

El sentido común dice que si existe apertura para el diálogo, se debe tratar de concretar en el tiempo inmediato, pero Llalli y su séquito dinamitero no actuaron en consecuencia, al contrario, se pusieron a dilatar el asunto, mientras su pueblo no comía, no trabajaba, no estudiaba, no tenía una vida normal, y esto no les importó ni un poquito.

En la última sesión, los dirigentes se declararon, unilateralmente, en cuarto intermedio, dejando a los ministros en desaire, pero con el pliego petitorio resuelto, lo pendiente únicamente fue las rúbricas de ambos lados. El Gobierno firmó los acuerdos —y los cívicos se negaron— y así puso punto final a la acción dilatoria de Comcipo y al asunto de los 26 puntos del pliego.


Frente a ese escenario, este grupo aventurero dictó, entre muchas, dos últimas sentencias: el regreso a su tierra, y desde ahí continuar con el plan federalista-separatista, y la petición de la renuncia de las autoridades locales —Alcalde y Gobernador—, democráticamente electas, y además las más votadas. Así, con la cola entre las patas, dejaron la ciudad de La Paz, cuna de la libertad y tumba de tiranos.  

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