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Sus crasos errores hicieron aceptar el insistente e
implorado diálogo del Gobierno, por más de una decena de veces, pero sin haber
logrado la presencia y firma del Presidente, sólo sus caprichos agobiantes.
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Los dirigentes del Comité Cívico Potosinista (Comcipo)
iniciaron un “paro cívico” indefinido con la intención de replicar los actos golpistas
y separatistas del año 2008, pero esta vez, para levantar la bandera del
“federalismo”. Pero no lo dijeron. La falta de lucidez e imaginación de poner
en mesa esta discusión les hizo perder la perspectiva, por lo que este “antojo”
lo camuflaron en un pliego petitorio cuestionado de 26 puntos.
Quisieron captar simpatía de los bolivianos y las bolivianas
a base de dinamitazos y verborreas: vaivenes de cartas que decían y no decían
nada más que sus enredos y torpezas gramaticales… sus contradicciones… todo fuera
de lógica y sentido común. ¿Quién los entendió? Ni ellos mismos entendían sus
escritos.
Furia, saña y
diálogo. Señalaron, a voz en cuello amenazante, en que
estaban dispuestos a generar muertos de ambos lados, tanto del movimiento
cívico como de la Policía, además, de envolver en llamas a aquellos que
creyeran infiltrados del gobierno en sus filas. Preparaban así el escenario
lúgubre, que al parecer, tendría tiempo indefinido: “Cinco día, cinco semanas o
cinco meses más, tenemos fuerza todavía”, dijo a los medios Jhonny Llalli, presidente
de Comcipo, después del acto terrorista-dinamitero en ambiente del Viceministerio
de Régimen Interior, por el brazo de choque de Comcipo.
Al final, tuvieron que doblegarse frente a sus
crasos errores. No les quedó más que aceptar el insistente diálogo del
Gobierno, que había hecho en más de una decena de veces, pero sin haber
conseguido el capricho de la presencia y firma del Presidente; pero eso sí, lograron
sus absurdas condiciones, que rayaban hasta el agobio.
Condiciones
dilatorias. Entre sus requerimientos de Comcipo estuvo el de trabajar
por “tiempo y materia”, pero aun así esto no lo honraron a cabalidad. Instalado
las mesas de diálogos, los cívicos recurrieron en más de una vez a cuartos
intermedios, acciones, que en los hechos, congeló la cualidad de la forma de
trabajo que ellos mismos condicionaron al Gobierno para la apertura del
diálogo.
El sentido común dice que si existe apertura para el
diálogo, se debe tratar de concretar en el tiempo inmediato, pero Llalli y su
séquito dinamitero no actuaron en consecuencia, al contrario, se pusieron a
dilatar el asunto, mientras su pueblo no comía, no trabajaba, no estudiaba, no
tenía una vida normal, y esto no les importó ni un poquito.
En la última sesión, los dirigentes se declararon,
unilateralmente, en cuarto intermedio, dejando a los ministros en desaire, pero
con el pliego petitorio resuelto, lo pendiente únicamente fue las rúbricas de
ambos lados. El Gobierno firmó los acuerdos —y los cívicos se negaron— y así puso
punto final a la acción dilatoria de Comcipo y al asunto de los 26 puntos del
pliego.
Frente a ese escenario, este grupo aventurero dictó,
entre muchas, dos últimas sentencias: el regreso a su tierra, y desde ahí
continuar con el plan federalista-separatista, y la petición de la renuncia de
las autoridades locales —Alcalde y Gobernador—, democráticamente electas, y
además las más votadas. Así, con la cola entre las patas, dejaron la ciudad de
La Paz, cuna de la libertad y tumba de tiranos.

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