18 de julio de 2014

Muy merecido



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 La flor se llevó el mejor-peor jugador de la Argentina, Lionel Messi. Su arrogancia y pedantería le segaron los ojos a tal punto que ignoró conscientemente la afabilidad de unos niños que sólo querían saludarlo y recibir alguna gentileza de su parte. Pero lamentablemente pudo más su mal genio.
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♪♫♪♫ Argentina, decime qué se siente, que se lleve la copa tu papá ♫♫♫, o más bien, el mejor, Alemania. Así, muchos le cantaron y le dedicaron como titular de primera plana al pésimo equipo y mal perdedor del mundial, Argentina.

Lo patético de este grupo “profesional de deportistas” junto a algunos periodistas y conductores de farándula es que hayan confundido una fiesta deportiva mundial en una oportunidad para destilar su odio ante su mayor rival, Brasil, que lo consideran como su enemigo o archi-enemigo, con actitudes de mofa, retóricas fútiles y limitadas, hasta el cansancio.

Esta actitud es síndrome de una subjetividad de periferia, de inferioridad y de impotencia, mimetizado en un falso orgullo en que ellos y solo ellos son los “mejores”. Y para materializarlo esta construcción mental ficticia, necesitan al otro tenerlo por debajo de ellos, para hacerlo escarnio. De otra forma no se conciben, no se realizan. Necesitan chupar la sangre del otro, de sus desgracias, para tener aliento.  

Este fenómeno colonial es una herencia de la élite argentina, que la incubó de generación a generación, y hoy, en el mundo contemporáneo, lo propaga a través de los medios masivos de “información” que controlan, arrastrando así a esa mala representación de la realidad al digno pueblo argentino sobre el que pesa sus propios problemas de existencia, no dependiente de ese sentimiento tergiversado su porvenir y no es asunto de su cotidianeidad, porque su mayor preocupación es el duro laburo para comer y vestirse al día.

En todo este escenario, la flor se llevó el mejor-peor jugador de la Argentina, Lionel Messi. Su arrogancia y pedantería le segaron los ojos a tal punto que ignoró conscientemente la afabilidad de unos niños que sólo querían saludarlo y recibir alguna gentileza de su parte. Pero lamentablemente pudo más su mal genio. Por esta y muchas otras actitudes negativas no merecía el Balón de Oro. Ya lo dijo Maradona: "A 'Lio' le regalaría el cielo, pero cuando no es justo y los 'marketineros' quieren hacerle ganar algo que no ganó, es injusto".



La élite gaucha debe dejarse de cantaletas. No son los mejores. Hay que saber perder y ganar. En este caso, perde-r-dores. Al menos lograron su premio consuelo que le dieron a Messi. Y si no se contentan con eso, ni modo, sigan llorando y rasgándose las vestiduras de impotencia desde Brasil hasta el próximo mundial, Rusia 2018. Pues no hay nada que hacer. La copa la tiene el mejor (Alemania) y el perdedor el segundo lugar (Argentina). Quién recuerda al segundo: tú, él, nosotros, vosotros, ellos. ¡Ah!, sólo los perdedores. Por eso: “che, ¿decime qué se siente…?” Váyanse a… casa a festejar el segundo lugar, y no arrastren a su propio fracaso a su pueblo.

Lo indiscutible es que el equipo argentino no fue el mejor, por eso no besó y levantó la copa. Sus jugadores creyeron que con insolencia, majadería y juego de puñetes, patadas y rasguños iban a lograrlo. Pues la inteligencia del rival les enseñó el juego limpio y a levantar la copa con dignidad…. ¡Y ya está, Alemania es campeón!   


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