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La flor se llevó el mejor-peor jugador de la Argentina, Lionel Messi. Su arrogancia y pedantería le segaron los ojos a tal punto que ignoró conscientemente la afabilidad de unos niños que sólo querían saludarlo y recibir alguna gentileza de su parte. Pero lamentablemente pudo más su mal genio.
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♪♫♪♫ Argentina, decime qué se
siente, que se lleve la copa tu papá ♫♫♫, o más bien, el mejor, Alemania. Así,
muchos le cantaron y le dedicaron como titular de primera plana al pésimo
equipo y mal perdedor del mundial, Argentina.
Lo patético de este grupo “profesional de deportistas” junto a algunos
periodistas y conductores de farándula es que hayan confundido una fiesta
deportiva mundial en una oportunidad para destilar su odio ante su mayor rival,
Brasil, que lo consideran como su enemigo o archi-enemigo, con actitudes de
mofa, retóricas fútiles y limitadas, hasta el cansancio.
Esta actitud es síndrome de una subjetividad de periferia, de
inferioridad y de impotencia, mimetizado en un falso orgullo en que ellos y
solo ellos son los “mejores”. Y para materializarlo esta construcción mental
ficticia, necesitan al otro tenerlo por debajo de ellos, para hacerlo escarnio.
De otra forma no se conciben, no se realizan. Necesitan chupar la sangre del
otro, de sus desgracias, para tener aliento.
Este fenómeno colonial es una herencia de la élite argentina, que la
incubó de generación a generación, y hoy, en el mundo contemporáneo, lo propaga
a través de los medios masivos de “información” que controlan, arrastrando así
a esa mala representación de la realidad al digno pueblo argentino sobre el que
pesa sus propios problemas de existencia, no dependiente de ese sentimiento
tergiversado su porvenir y no es asunto de su cotidianeidad, porque su mayor
preocupación es el duro laburo para comer y vestirse al día.
En todo este escenario, la flor se llevó el mejor-peor jugador de la Argentina, Lionel Messi. Su arrogancia y pedantería le segaron los ojos a tal punto que ignoró conscientemente la afabilidad de unos niños que sólo querían saludarlo y recibir alguna gentileza de su parte. Pero lamentablemente pudo más su mal genio. Por esta y muchas otras actitudes negativas no merecía el Balón de Oro. Ya lo dijo Maradona: "A 'Lio' le regalaría el cielo, pero cuando no es justo y los 'marketineros' quieren hacerle ganar algo que no ganó, es injusto".
La élite gaucha debe dejarse de cantaletas. No son los mejores. Hay
que saber perder y ganar. En este caso, perde-r-dores. Al menos lograron su
premio consuelo que le dieron a Messi. Y si no se contentan con eso, ni modo,
sigan llorando y rasgándose las vestiduras de impotencia desde Brasil hasta el
próximo mundial, Rusia 2018. Pues no hay nada que hacer. La copa la tiene el
mejor (Alemania) y el perdedor el segundo lugar (Argentina). Quién recuerda al
segundo: tú, él, nosotros, vosotros, ellos. ¡Ah!, sólo los perdedores. Por eso:
“che, ¿decime qué se siente…?” Váyanse a… casa a festejar el segundo lugar, y
no arrastren a su propio fracaso a su pueblo.
Lo indiscutible es que el equipo argentino no fue el mejor, por eso no
besó y levantó la copa. Sus jugadores creyeron que con insolencia, majadería y
juego de puñetes, patadas y rasguños iban a lograrlo. Pues la inteligencia del
rival les enseñó el juego limpio y a levantar la copa con dignidad…. ¡Y ya
está, Alemania es campeón!


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