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La economía
boliviana ha crecido sistemáticamente desde que Evo Morales llegó a la
presidencia en 2006. El promedio de crecimiento bajo su gobierno ha sido de
5,2% anual, la tasa de expansión más alta de los últimos 30 años. “Hoy Bolivia
tiene reservas comparables a las de China”, afirma Gabriel Torres, analista de
la agencia clasificadora de riesgo Moody’s.
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Reservas
récord de divisas, un prudente ahorro fiscal y un crecimiento sostenido en
medio de la crisis... La Bolivia de Evo Morales ha sorprendido a analistas de
todo el mundo.
Evo, el alumno aplicado de la Alianza
Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).
Terminaba 2009,
el año de la mayor contracción económica mundial en décadas, y Bolivia, el país
más pobre de Sudamérica y gobernado por un presidente de retórica izquierdista,
recibía los elogios del Fondo Monetario Internacional (FMI). Sí, leyó bien.
“Los directores
ejecutivos felicitan a las autoridades bolivianas por su sólida gestión
macroeconómica y una eficaz respuesta política para mitigar el impacto de la
crisis global”, se lee en un informe que el consejo ejecutivo del FMI publicó
en enero de 2010. “El crecimiento ha sido uno de los más altos de América
Latina y la inflación ha caído significativamente”.
La lista de
elogios es amplia y proviene de varias instituciones de tradición económica
conservadora: una política fiscal sólida, una actitud favorable a algunas
reformas y una flexibilidad en administrar una banda cambiaria móvil. En parte gracias
a ello, la economía boliviana creció 3,4% en 2009, el crecimiento más alto de
toda América. En 2008 registró un fuerte 6,1%.
Y es que la
Bolivia de Evo Morales se ha transformado en el alumno más aplicado del bloque
de países que componen el ALBA -la Alternativa Bolivariana para América
Latina-, el grupo de países liderado por la Venezuela de Hugo Chávez. Bolivia
no sólo ha salido airosa de la crisis, sino también de los prejuicios políticos
hacia un gobierno que, por su discurso de izquierda y tinte indigenista, no
estaba precisamente entre los favoritos del establishment económico, ni tampoco
de esta revista.
Pero el país que
pelea por dejar el cetro de ser el más pobre de Sudamérica (algunos estudios
señalan que habría sobrepasado a Paraguay en ingreso per cápita) ha tenido un
sorprendente desempeño económico en el que se han combinado buena suerte,
ingenio administrativo y un sólido manejo fiscal. “A nivel macro, Bolivia está mostrando resultados interesantes y,
de hecho, destacables”, dice Gonzalo Chávez, un académico formado en la
Universidad de Harvard y que dirige la maestría para el desarrollo de la
Universidad Católica Boliviana.
Las autoridades
aún enfrentan un coro de críticas, especialmente respecto de la austeridad
fiscal en un país donde más de 60% de la población está en la pobreza. Además,
Bolivia no logra subir sus tasas de inversión (una de las más bajas del
hemisferio), continúa con dificultades para atraer capitales foráneos y
requiere mejorar su gestión administrativa, así como su infraestructura, una de
las peores del continente. Pero el análisis de las bases económicas de Bolivia
lleva a una conclusión: el horizonte luce hoy más promisorio que nunca para
este país.
La
apuesta fiscal. Cuando la economía mundial comenzó a tambalearse en
2008, Bolivia pudo haber colapsado. Los bajos precios de las materias primas
eran una pésima noticia para un país que obtiene 80% de sus ingresos de estos
bienes. Además, su segunda mayor fuente de recaudación son las remesas del
extranjero, que siempre caen cuando hay recesión en los países desarrollados.
Uno de cada cuatro bolivianos vive fuera del país, quienes enviaron US$1.023
millones a sus familias en 2009. Una cifra equivalente a 5,8% del PIB, la
proporción más alta de remesas en Sudamérica. La inestabilidad política en los
llanos de la región oriental, controlada por la oposición, siguió afectando a
un presidente popular en el resto del país, sembrando dudas acerca de la
posibilidad de mantener siquiera algún nivel de inversión extranjera. Y ese
mismo año Washington revocó las preferencias comerciales para Bolivia.
Sin embargo, la
economía boliviana ha crecido sistemáticamente desde que Evo Morales llegó a la
presidencia en 2006. El promedio de crecimiento bajo su gobierno ha sido de
5,2% anual, la tasa de expansión más alta de los últimos 30 años. Gran parte de
ello se debe al auge en los precios de los commodities. Pero Bolivia también
supo aprovechar mejor esta bonanza que otros países de la región. Parte de eso
fue conseguida con la nacionalización de la industria de hidrocarburos en mayo
de 2006, una polémica medida que obligó a las petroleras que operaban en el
país a renegociar las regalías que pagaban al gobierno, incrementando la
participación del Estado en las utilidades del sector de 20% a 80%.
“Antes la plata
se iba”, dice Luis Arce Catacora, ministro de Economía y Finanzas de Bolivia.
“Ahora se queda acá”.
Entre 2004 y
2008 el Estado obtuvo ingresos de US$3.500 millones, pasando de una recaudación
per cápita de US$58 a US$401. Esto explica el grueso del aumento de los
ingresos fiscales de los últimos seis años, que hoy representan 20% del PIB,
contra un promedio de 18,7% del gobierno estadounidense en los últimos 40 años.
Y el gobierno se ha dedicado a ahorrar gran parte de estos recursos. En 2008
las reservas internacionales equivalían a 41% del PIB y hoy ascienden a
US$8.400 millones, bordeando 47% del producto nacional. “Hoy Bolivia tiene
reservas comparables a las de China”, afirma Gabriel Torres, analista de la
agencia clasificadora de riesgo Moody’s.
“Si Brasil tuviera un nivel comparable, sería del orden de US$1 billón (un
millón de millones)”.
Mark Weisbrot,
co-director del Center for Economy and Policy Research Center, un think
tank con sede en Washington DC, señala que Bolivia tomó la mejor decisión:
“El gobierno ya había implementado un oportuno programa de obras públicas
cuando estalló la crisis, lo mantuvo y agregó recursos adicionales para
estimular la economía”. En 2008 se inyectó 6% del PIB en desarrollo de infraestructura,
obras públicas, bonos de consumo y otras inversiones. En 2009, el gasto aumentó
a 10,1% del PIB.
Después vino
otra decisión macroeconómica que dio resultados. El gobierno tomó la decisión
impopular de mantener un sistema híbrido de banda cambiaria móvil, que consiste
en una tasa de cambio fija que se reajusta constantemente, aunque el público no
necesariamente se entere. El gobierno trabajó para crear confianza en la moneda
local (el boliviano) y se las arregló para convencer a los agentes económicos
de “bolivianizar” sus activos financieros, lo que desdolarizó parcialmente las
transacciones. La inflación aumentó puntualmente en marzo de 2008, pero el
gobierno resistió las presiones para reducir el crecimiento, apostando que se
trataba de un shock externo (debido principalmente al alza de los precios de la
energía). Y ganó la apuesta: hoy la inflación está en 0,8% y la deuda bajó de
84% del PIB en 2003, a 37% en 2010.
Aunque no es
fácil obtener cifras, en un país como Bolivia también hay que tomar en cuenta
el sector informal. “Nuestra economía ha sufrido un proceso de informalización
muy fuerte”, dice Chávez. Según este economista, al menos US$800 millones de
los US$5.000 millones que el país importa anualmente son bienes de contrabando.
Y a esto hay que sumarle el narcotráfico. La producción de coca ha sido durante
décadas una constante en la economía boliviana y el gobierno de Morales
reconoce que se trata de una batalla continua.
Bolivia es el
tercer productor de coca del mundo y las hectáreas destinadas al cultivo de la
hoja de coca han aumentado desde que Evo Morales asumió. Sin embargo, el alza
-que este año ha sido de 1%- es menor a la de Perú y Colombia, los mayores
productores de coca del mundo. Un estudio de la ONU afirma que la política de
control de coca de Evo Morales está mostrando resultados y que ésta ha llevado
a una diversificación en los cultivos.
A pesar del
impacto de los sectores informales, la mayoría de los analistas concuerda en
que la economía marcha bien. “Inflación controlada, superávit fiscal,
crecimiento moderado. Parece que están siguiendo las recetas del FMI, el Banco
Mundial y otras instituciones, a pesar del discurso que tiene el presidente
Morales”, dice Chávez, que se desempeñó en altos cargos económicos en los gobiernos
anteriores a Evo Morales.
Incluso
opositores acérrimos le reconocen los logros a Evo Morales. “Considero que la
economía boliviana pasa por su mejor momento: desde la crisis del año 2000, la
economía ha tenido un crecimiento y auge sostenido”, dice Javier Leigue
Herrera, diputado nacional por Santa Cruz de la Sierra, del partido
Convergencia Nacional. Sin embargo, el diputado se lamenta de la falta de
independencia y autonomía entre el Banco Central y las autoridades de gobierno.
“Es el Ministerio (de Economía) el que dirige, controla y supervisa la economía
nacional”.
¿Demasiado
ahorro? El ministro Arce tiene un secreto: “El verdadero motivo de
nuestro crecimiento no es el boom de las materias primas”, señala con
tranquilidad este economista, sentado frente a una gran mesa de reuniones, en
el 19º piso de un edificio que domina el centro de La Paz. “Pensemos en este
país como un avión. Antes tenía un solo motor, las exportaciones de materias
primas, y nos habríamos estrellado al caer esos precios. Pero ahora tenemos
otro motor: la demanda interna. Ése es nuestro secreto”.
Con un índice de
pobreza que supera 60%, y la mitad de estas personas en la extrema pobreza,
crear un mercado interno no es una tarea fácil. Pero la demanda interna está
creciendo a un sólido 6% anual, por encima del 2% y 3% que había antes que Evo
Morales asumiera la presidencia. Varios indicadores reflejan la importancia de
este crecimiento, pero Arce pone énfasis en las tendencias bancarias. En 2006
había unos US$360 millones en depósitos, la mayoría en depósitos a plazo fijo y
20% en cajas de ahorro. En 2010, 36% de los depósitos estaban en cajas de
ahorro. “Es una muestra de que la gente tiene excedentes para ahorrar y que hay
confianza en nuestros bancos”, afirma el ministro.
Ese dinero
adicional, dice Arce, es el resultado del llamado “nuevo modelo económico
social productivo” que ha impulsado el gobierno y que incluye un programa de
bonos de apoyo para adultos mayores, escolares, embarazadas y madres solteras
para redistribuir la riqueza nacional.
El gobierno
también ha estimulado al sector productivo. En 2007 creó el Banco de Desarrollo
Productivo, que el año pasado ofreció pequeños préstamos, de unos US$10.000 en
promedio, a unos 15.000 pequeños productores. También está la Empresa de Apoyo
a la Producción de Alimentos (Emapa), que ofrece créditos sin interés, y que
también compra mercadería directamente a los pequeños y medianos productores,
la que luego revende al resto de la población. El resultado ha sido un aumento
de 17% en la superficie plantada por pequeños y medianos agricultores, y una
mayor estabilidad en los precios del azúcar, arroz y otros productos de la
canasta básica.
Algunos critican
que, con reservas por US$8.000 millones, el gasto podría ser mayor. “Es mucha
plata guardada para un país en que faltan caminos, hospitales y escuelas”, dice
Chávez. El estadounidense Weisbrot concuerda, y afirma que Bolivia se
beneficiaría de un programa de gasto más ambicioso, no habiendo razón para
escatimar esfuerzos que podrían crear empleos, mejorar la infraestructura y
seguir estimulando el crecimiento de la demanda interna.
Arce defiende
las opciones del gobierno y afirma que la mentalidad ahorrativa “es de corto
plazo”, dice. “El mediano plazo es para deshacer las reservas”.
El nuevo
oro. El futuro dorado de Bolivia probablemente sea de color plata. El
impresionante salar de Uyuni es la llanura de sal más grande del mundo y
contiene la mitad de las reservas conocidas de litio, el componente principal
de baterías para vehículos eléctricos. Es un mercado al que muchos le auguran
un crecimiento exponencial en los próximos 10 años, y que podría resultar aún
más significativo que el gas para la economía boliviana.
“Tenemos grandes
esperanzas en el litio, porque pertenece al pueblo boliviano”, dice Marcelo
Castro, jefe de operaciones de la planta piloto ubicada en los bordes del
salar. Según la nueva Constitución boliviana, la explotación de litio no puede
ser vendida a una empresa extranjera. La
construcción de la planta está casi lista y se prevé que el próximo año
comience a producir carbonato de litio, la materia prima de las baterías. “Pero
ya no queremos ser meros exportadores de materias primas. Nos vamos a
industrializar para asegurarnos de capitalizar plenamente las utilidades de
nuestros recursos naturales”, dice Castro.
El gobierno
aspira a producir los compuestos químicos de mayor valor agregado, como el
litio metálico, y algún día incluso las baterías y los vehículos. Es un sueño
de largo plazo y el país se lo ha tomado con calma. Las autoridades dicen que
sólo trabajarán con empresas extranjeras dispuestas a aliarse con el Estado.
Algunos economistas temen que esta actitud pueda espantar definitivamente a los
inversionistas.
De momento el
gobierno aún no ha firmado ningún acuerdo con empresas extranjeras, pero
interés no falta. Delegaciones empresariales y de gobierno de Francia, Corea
del Sur, Japón y China han ido a Bolivia para sostener conversaciones y
entregar propuestas. Al cierre de esta edición, había rumores de que Evo
Morales podía cerrar un trato con empresas de Corea del Sur en una visita anunciada
a ese país para fines de agosto.
Pero tan o más
importante que la mera exportación de litio, afirman los analistas, es la
capacidad de Bolivia de diversificar su economía. El 83% de los trabajadores
produce apenas 25% del PIB, mientras que 65% del producto proviene de sectores
que emplean a sólo 9% de la fuerza laboral. “El gran desafío es desarrollar la
industria agropecuaria, la industria forestal y la manufactura, mirando el
mercado mundial”, dice Gary Rodríguez, ejecutivo del Instituto Boliviano de
Comercio Exterior.
Pese al
sorprendente desempeño macroeconómico de Bolivia, los inversionistas son muy
cautos de poner su dinero en un país cuyo presidente tiene una retórica
encendida, aunque muchas veces sus palabras sean más radicales que sus acciones.
Tal vez ésta sea una de las razones por las que agencias como Moody’s aún le
otorgan calificaciones pobres a la deuda boliviana, situándola en el rango B1 y
B2: la fortaleza económica aún es débil, aún existe una fragilidad
institucional y una alta vulnerabilidad frente a los riesgos coyunturales.
Pero el
sostenido crecimiento está mostrando resultados. “Bolivia es cada vez menos un
país de bajos ingresos y está entrando de a poco a la categoría de los países
de ingreso medio”, dijo Felipe Jaramillo, director del Banco Mundial para
Bolivia, Perú, Chile, Venezuela y Ecuador, a un medio local durante una
entrevista reciente en La Paz.
Weisbrot es aún
más optimista y recuerda que muchos de los analistas e instituciones
internacionales que ahora aplauden a Bolivia, pronosticaron una hecatombe
económica cuando Evo Morales fue elegido. “En verdad, Bolivia está recién
partiendo”, dice.

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