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La estrategia es
bajar la amplia legitimidad del Presidente de entre los bolivianos al nivel y al
estado de desprestigio en el que se encuentran los viejos políticos
tradicionales.
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En Bolivia, ya en víspera del año electoral del 2014, se va recrudeciendo paulatinamente la agenda mediática en las grandes compañías de “información”, con la única temática lúdica de reducir la popularidad del Presidente a la mínima expresión, desprestigiándolo en base a mentiras, injurias, calumnias…
Esa acción
mediática es la segunda alternativa al que apostaron los opositores políticos,
junto a simpatizantes periodistas, luego del gran fracaso sistemático que
sufrieron el 2006 al 2008, por las muchas acciones de hecho antidemocráticas:
especulación de alimentos –retiro del mercado productos de primera necesidad–,
intentonas golpistas, masacre a pueblos indígenas en el departamento de Pando y
ciudades capitales del mal llamado “media luna”, atentados terroristas y el
intento de fragmentar al país con sicarios y mercenarios contratados por la oligarquía
del oriente, principalmente por el de Santa Cruz de la Sierra.
¿Cuál es la
lógica de la campaña del “desprestigio”?. Es simple. La estrategia política
consiste en bajar la amplia legitimidad de Evo Morales de entre los bolivianos,
a cualquier precio, al nivel y estado de desprestigio en el que se encuentran
los viejos políticos tradicionales, como Samuel Doria Medina (UN), Juan Del Granado
(MSM), Rubén Costas –el “Hitler boliviano”–, Ernesto Suárez (ex ADN) y demás
acólitos –de derecha e izquierda radical ortodoxa–, así entrar a las justas
electorales del 2014 parejos. No les quedó de otra, al no encontrar más
alternativas.
¿Y cuál es el
razonamiento de dicha campaña? También es simple. Una vez nivelado la figura
del Presidente a la par de los veteranos políticos desprestigiados por sus
acciones pasadas, el pueblo boliviano encuentre un mosaico de políticos
presidenciables “todos iguales”, y que elija el “mal menor”, que es como se
consideran muchos de ellos.
Pero eso es
simplemente una argucia que pretenden mediatizarlo. ¡Ellos representan el “mal
peor”! Todos lo saben. Dicen preocuparse por la violencia, por los
desprotegidos, los indígenas, las mujeres... ¿Y por qué no hicieron escándalo a
través de la prensa cuando se supo la denuncia en contra del diputado de Unidad
Nacional (UN), Jaime Navarro, por golpear a su ex pareja? ¿Y por qué no dijeron
nada cuando un dirigente indígena fue vilmente ultrajado en el Tipnis por
hordas que suplantan a los verdaderos comunarios del lugar? Claro, las víctimas
no fueron de sus filas, por lo tanto, no hay que hacer escandalete.
Es la doble
moral de los que en la práctica no hacen absolutamente nada, sólo palabrerías. Esa
vieja clase política, más los “analistas”, aparece con más frecuencia en estos
días en los medios de “información”, más para parlotear que para lanzar ideas progresistas.
Estos actores
políticos mediáticos que se constituyen hoy en la minoría social y cuantitativa
son los que se atribuyen ser portavoces del pueblo para elucubrar infamias y
mentiras como “la gente está descontenta del Gobierno”. ¿Cuál gente? ¿De su
plaza? ¿De la esquina de su barrio? ¿Sus familias? ¿Cuál es la fuente? Las encuestas.
¿Son verdaderamente fiables las encuestas? Pues existen las mentiras, las grandes
mentiras y las encuestas de los medios masivos de “información”.
Mienten y siembran el
odio sin ningún aspaviento. El cura Pérez, por medio de su Radio, habla de
amor, pero al momento de referirse al Gobierno, emite ideas de odio e
intolerancia. Y las demás empresas periodísticas, en especial la tele difusora,
se parcializan en la información y relacionan con el Gobierno cualquier hecho,
aun el más sensible, para hacer escarnio inclemente.
Según que vaya
acercándose el día de las elecciones generales, la oposición política incrementará
sus piruetas políticas para estar vigente en el espectro mediático. Será de
masoquistas el escucharlos y verlos. No queda más, están en todos los medios:
TV, Radio y periódicos. No hay cómo evadirlos. Para rematar, están también en
la internet, en las redes sociales, y en canales internacionales.
La ventaja de eso es
que cada vez se debela el grado de desesperación en que se encuentran. A su exasperación,
un baldazo de agua fría.

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