11 de diciembre de 2012

¡Nadie muere por “amor”!



Está en su propio mundo que siente derrumbarse y la vida sigue su curso. La tristeza lo consume, trata de fingirlo pero no puede, a leguas se advierte el estado de ánimo en que se encuentra. Es que semanas atrás su idilio le dio un machetazo en pleno corazón para luego tomar otro rumbo. Este episodio no es de pocos sino de muchos, es un fenómeno social.
Cuando compartió su experiencia conmigo, recordé un caso similar de otro brodernario que días atrás había estado pasando por lo mismo. Pero éste estaba peor. Cigarro en mano, ojos colorados y rostro fúnebre le encontré en el punto de parada. Faltaban dos horas para la media noche. Se recogía rumbo a su domicilio, después de un duro laburo. Estrechamos las manos, platicamos un poco sobre lo cotidiano, cuando se acercó la línea de transporte. Abordamos. 


En la marcha, entre palabra y palabra llegamos al tema. El cambio de semblante fue radical, pero eso no me impresionó, ya asentía lo que le pasaba y lo que venía. Y empezó a referirse con palabras irreproducibles a la que había provocado un vacío en su alma: le encontró en brazos de otro pecando. ¡Qué golpe más bajo! Otra mártir más, dije en mi interior. En ese momento me asaltó muchas sensaciones confusas, que días después lo comprendí...

Bueno, cuál era la causa de su desdicha. Nada del otro mundo. Lo que hizo fue depositar toda la confianza –que para muchos vale cero– en ese ser que le enceguecía la realidad y llevaba fuera de su racionalidad. Eso, no ha sido  valorado sino traicionado; es así como lo entendía. El sentimiento fue compartido. Y es donde se dio cuenta que lo había entregado todo y no dejado ninguna reserva. Se quedó vacío, tan vacío que ya no encontraba dónde refugiarse. Lo entendí de inmediato; pues eso no es ajeno a ninguno que alguna vez haya amado.

Pero algo nuevo dijo: que en ese instante se sintió como un niño cuando llora mucho y ya no puede más, sólo exhalar profundos suspiros de cuando en cuando. ¡Hucha!, al escuchar eso me dio un escalofrío que me puso a meditar de muchas maneras. Realmente la situación lo había pulverizado hasta los huesos.

Y cómo sacarle de ese hueco era el reto. Y a la luz de las estrellas tuve que reanimarlo y tratar de convencerlo en que la Tierra sigue girando sobre su eje, la Luna y el Sol siguen encontrándose en el crepúsculo, las palabras en los poetas siguen formando esperanza y los enfermos siguen sanándose; por tanto, no vale la pena llevar esa congoja por alguien que no valió, nunca valdrá la pena… La verdad, no sé si funcionó, desde entonces ya no lo vi.

Sin duda esto es un caso por demás normal en todos los seres humanos de todas las generaciones. Pero no debería ser así. El sentimiento cuando una vez se rompe, es difícil de recomponerla. Las causas de este fenómeno social son muchas que se debe analizar en otro momento.

Sin embargo, en la viña del señor hay de todo, lo que se debe tratar de hacer es saber toparse con los buenos. Pero muchas veces, por hacer algo correcto, se hace lo contrario. Errar es de humanos decimos, pero duele, ¡vaya que duele!

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