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¿El MNR no estaba muerto, como se creía, que andaba
de parranda? ¿O simplemente, su famélica vigencia hoy en la arena política y su
pronosticada aparición para el 2019 con un plan de gobierno, es una afirmación
que no trasciende más allá del anhelo del quien lo expresó?
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Ya
son días que pasaron las elecciones generales en Bolivia, sin ninguna novedad
en los resultados, sucedió lo que las encuestas vaticinaron, que el Movimiento Al Socialismo (MAS-IPSP) de Evo
Morales volvería a diezmar a la oposición. Y así fue. El 61,36 por ciento, del
100 por ciento (nacional-exterior),
difundido por el Tribunal Supremo Electoral (TSE), así lo confirma.
Y después
de la fiesta democrática, vigorosamente ejercida por los bolivianos y las bolivianas,
la actividad política vuelve a su cauce cotidiano. Por su lado, el Presidente
continúa entregando obras sin pausa, acción que es tildada por sus detractores
como “campaña política”, y también asistiendo a compromisos internacionales; y
la oposición, se prepara afanosamente y sin tregua para encarar las siguientes
elecciones subnacionales (gobernaciones y alcaldías) del próximo mes de marzo
de 2015.
Las
aguas se calmaron y los analistas mediáticos pululan en los medios masivos de
informaciones evaluando la situación, dándole garrote al Tribunal Supremo
Electoral (TSE) por su evidente ineficiencia, y algunos lanzando palabras al viento
sobre fraude electoral.
Pero
entre los “analistas” aparecieron viejos políticos, que se hacen llamar
“analistas políticos”, como Guillermo Richter, emenerrista de viejo cuño. Dando
rienda suelta a su optimismo, en una radio local, señaló que el Movimiento
Nacionalista Revolucionario (MNR) tendría presencia en la Asamblea
Plurinacional, en la siguiente legislatura.
Este
presagio lanzado por el octogenario político fue posible -dice- a que muchos de
sus militantes hicieron alianzas con los partidos que entraron en la justa
electoral, que entre ellos, algunos fueron elegidos como asambleístas. Y todo
esto le atribuyó a lo que el MNR representa, el partido político más importante
de la historia boliviana, por los cambios profundos que hizo en su momento; y
además, porque tiene una estructura sólida. En ese ánimo proyectó para las
siguientes elecciones generales del 2019, que su “emblemático” partido aglutinará
a sus militantes y preparará un plan de gobierno.
Entonces,
¿el MNR no estaba muerto, como se creía, que andaba de parranda? ¿O
simplemente, su famélica vigencia hoy en la arena política y su pronosticada
aparición para el 2019 con un plan de gobierno, es una afirmación que no
trasciende más allá del anhelo del quien lo expresó? ¿Cuál será la estrategia
para cambiar la mala fama que tiene el pueblo del MNR, ligado a la sangre de
varios inocentes? ¿Creerá realmente alguien todavía en el movimientismo
revolucionario? ¿Desaparecerá hasta el 2019 la imagen que tiene hoy el
boliviano y la boliviana sobre los hechos luctuosos de la “guerra del gas”?
¡Quién sabe!
Todas
esas interrogantes solo las revela el tiempo. Dejémosle a que haga su trabajo… Mientras
tanto, el ámbito político no muestra cambios sustanciales desde el 2006, por
más fuerte “campaña de desprestigio” desatada por la oposición, al gobierno del
MAS: el famoso “desgaste”. Pero lo que sucedió fue el “efecto búmeran”. Es
decir que tal desgaste la sufrió la oposición al no poder mantener su plaza de
influencia lejos del masismo -Santa Cruz, Pando y Tarija-, con excepción de
Beni, que es hoy en el reducto, bastión de la oposición.

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