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El afán de hacerse de la silla presidencial le
cercenó los ojos y toda racionalidad. Esto no fue novedad. La novedad fue la
maratónica y continuadas metidas de patas en un solo tiempo…
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Juan Del Granado no jugó con inteligencia en la campaña electoral,
pero él no se dio cuenta. Sus actos fallidos le llevaron al extremo de perder
su personería jurídica de su partido político, el Movimiento Sin Miedo (MSM). No
logró obtener, el pasado doce de octubre, en las urnas el 3 por ciento de los
votos válidos a nivel nacional que se requiere para mantener la sigla. Logró apenas
conseguir el 2,71 por ciento. Y decidió su retiro voluntario de la política.
Muchos fueron las contradicciones en el que se enredó, tropezó y
se hirió de muerte. En principio, el MSM nace como una “renovada opción de
izquierda frente a la derecha partidocrática, la corrupción generalizada y el
modelo neoliberal impuesto desde el Decreto 21060”[1],
y terminó aliándose con los representantes de la ultraderecha golpista y
separatistas del oriente, que se hacen llamar demócratas; aquellos que crearon
el discurso de la “media luna” y pretendieron dividir Bolivia a cuesta de
sangre de bolivianos y bolivianas.
Fue aliado del Movimiento Al Socialismo (MAS) en su primera
gestión de gobierno (2006-2009), enarbolando los principios del “proceso de cambio”,
pero el 2010 dio un viro radical, se aleja, el argumento: “La ineficiencia y la
improvisación, el autoritarismo y el sectarismo y (…) por la ausencia de una
visión estratégica de transformación productiva y de la estructura del Estado”[2].
Del Granado, curiosamente, decide este alejamiento en el momento en que se le
cuestiona a su gestión municipal, por visos de corrupción, pero prefirió ser
pragmático y retiró su apoyo de inmediato al masismo.
Desde entonces, se convierte en un acérrimo opositor, a tal punto
de perder todo tino político. Entró al juego de la verborrea. En una
oportunidad dijo que Evo Morales “es un inquilino del Palacio de Gobierno” y
que abría que sacarlo. Pero no solo eso, fue más allá todavía. En la ciudad de
Sucre, en un mal cálculo, señaló ante los medios locales algo lapidario: “Abrir
el debate sobre la capitalía, con muchísimo gusto, cuando seamos gobierno”. Y
los paceños no le perdonaron, le facturaron en las urnas su atrevimiento
criollo.
Había forjado un campo minado, que cada paso que daba,
explosionaba a la vista de sus asesores políticos. No dio tregua al tiempo, ni
para ponerse a reflexionar sobre sus actos ni para los que iba a ejecutar a
continuación. Parece ser que el presentarse ante los medios para ganar adeptos a
como dé lugar era la prioridad.
El afán de hacerse de la silla
presidencial le cercenó los ojos y toda racionalidad. Esto no fue
novedad. La novedad fue la maratónica y continuadas metidas de patas en un solo
tiempo…
Esa ceguera política lo llevó a improvisar velozmente a su
acompañante de fórmula, a la controvertida Adriana Gil -disidente del MAS-,
luego de sufrir el fuerte garrote del engaño amoroso que llevaba con el cruceño
ultraderechista Rubén Costas, del Movimiento Demócrata Social (MDS). El idilio se
hizo añicos por los guiños lascivos del macho alfa de la cuadra que ofrecía más
encuestas a favor... Exacto, el empresario-político-privatizador Samuel Doria
Medina, que iba seduciendo desesperadamente a gil y mil con la frase “la unidad
es el camino”; y dio luz a la Unidad Demócrata (UD), mutación entre la Unidad
Nacional (UN) y el Movimiento Demócrata Social (MDS)
Adriana Gil, más que sumar lo restó al MSM. En los medios, su
madre apareció con una situación de estafa a una cooperativa en el departamento
de Santa Cruz. El candidato Del Granado, en vez de separar las aguas, se
convirtió en su defensor, con aforismos clichés: “Autoritarismo”, “persecución
política”, etc. etc… cuando en los medios toda la población veía cómo la
sindicada de estafa increpaba a los afectados: cruceños de condiciones
humildes, con impotencia de no poder hacer nada, sólo agruparse para pedir
justicia. Pero el justiciero se convirtió en su verdugo.
Este episodio desenmascaró fehacientemente a Juan “Sin Miedo”,
quien tenía la fama de defensor de los Derechos Humano, “especialmente de
sectores populares”[3], pues prefirió,
en esta oportunidad, defender a capa y espada no precisamente a un sector
popular sino a una del sector acomoda, que fácilmente podría rodearse de un
ejército de abogados.
La improvisación que hizo el “Sin Miedo” se mostró inmediatamente.
Gil había lanzado a la prensa “triplicar el sueldo de los policías”. Semanas
más tarde, en un foro-debate, más con sabor a foro que a debate, realizado por
los periodistas en la ciudad de La Paz, frente a los interrogantes policíacos
de los periodistas no pudo confirmar esa propuesta electoral. Lo que sí pudo confirmar fue su temperamento
inflamable, su discurso agresivo y su intolerancia a la crítica; por lo tanto,
perfil que no condecía para la semejante investidura a la que postulaba: la Vicepresidencia
del Estado.
Al viejo estilo, ambos, Juan del Granado y Adriana Gil, habían
armado semánticas políticas -que no calzaban a la realidad- que iban
desparramando a viva voz en los medios masivos de información y las villas por
donde paseaban: “ni la billetera de lo millonarios ni la billetera del
autoritarismo”, “ni este gobierno estancado ni la vuelta al pasado”, “alto al
abuso del poder”, “la República Plurinacional de Bolivia”, “decretar amnistía
general para los perseguidos políticos”, “con el MAS nunca MÁS”, entre otras.
Con toda esta maraña política de subestimar al pueblo boliviano, pues
éste dio su veredicto final a través del Tribunal Supremo Electoral (TSE), el 13 de noviembre de 2014: “La Sala Plena del Tribunal Supremo Electoral determinó cancelar la personalidad jurídica del Movimiento sin Miedo
(MSM) y del Partido Verde de Bolivia-Instrumento de la Ecología Política
(PVB-IEP), por no haber obtenido más del 3% de votos válidos en las Elecciones
Generales 2014”, reza el comunicado emitido por el TSE.
Esta misma suerte parece correrán algunas
siglas si acaso insisten en considerar a los bolivianos y las bolivianas como
eunucos en inteligencia y sabiduría política.

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