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“En este viaje por Europa detecté una gran insatisfacción, ganas de
cambiar las cosas y organizar la vida de otra forma… En Bolivia hay una
deliberada inclinación hacia la profundización y la expansión del proceso de
cambio.”
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El
vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Álvaro García Linera —en
una entrevista con el diario digital español Público.es— analizó los retos de
los Gobiernos de izquierda latinoamericanos, las nuevas derechas y la falta de
horizontes de cambio. Escuchen la conversación.
Hoy estos
gobiernos se encuentran con dos vías a seguir. Una es su estabilización. Se dio
el proceso, hubo una modificación en las coaliciones dominantes en el Estado,
se modificó la narrativa de la organización social, se transformaron las
instituciones y se reorganizó el uso del excedente económico. Y ahora el
objetivo es que eso se mantenga. Se deja la revolución y se consagran derechos.
La segunda opción es la profundización. Una revolución solo puede profundizarse
si se reinventa y se expande, geográficamente y en las actividades que son
involucradas en los procedimientos democráticos.
Ecuador,
Venezuela y Bolivia se encuentran en este debate. ¿Cuál de las dos vías
transitar? No es sólo una cuestión de voluntad, sino de la vitalidad de las
fuerzas sociales, de su capacidad organizativa. En el caso de Bolivia hay una
deliberada inclinación hacia la profundización y la expansión del proceso. Es
una dinámica que combina normalización y profundización. Normalización en
algunos aspectos, como la relación con el empresariado local; pero
profundización en otros, como la relación con Estados Unidos o las empresas
extranjeras y el impulso de los derechos sociales.
En los procesos en América Latina hubo un importante rol de los liderazgos.
Esto implica la dificultad de la continuidad política sin el líder, como se vio
en Venezuela.
Es el viejo
debate del papel de los individuos en la Historia, como reflexionaba Plejanov.
Es el ímpetu social que convirtió a personas corrientes en personas
influyentes. Ellos no construyeron el movimiento, el movimiento les llevó a esa
situación, les empujó. La sociedad crea sus líderes en su propia marcha, la
sociedad es la que les obliga a asumir estos papeles. El líder no crea el
movimiento, el movimiento está por encima del líder y lo rebasa, le preexiste.
Sin embargo, más adelante los movimientos entran en una nueva fase en la que
dependen del líder. El propio movimiento en su unidad y horizonte requiere la
presencia del líder.
No debería
ser así, pero es. Y hay que preguntarse por qué las cosas son de esta forma y
no como deberían ser en mi cabeza. ¿Las sociedades se comportan así por
inmadurez? ¿Qué sociedad en movimiento no ha actuado así? No hay ninguna
experiencia en la historia en la que la sociedad haya actuado sin esta
condensación de voluntades en líderes.
En tu
pregunta hay un deber ser. Y yo estoy de acuerdo. Porque siempre se pueden dar
eventualidades. La sociedad, cuando entra en esa relación tan proactiva con el
líder, se asimila tanto a él, llega a depositar su individualidad y su
colectividad en él. Y cuando algo le pasa al líder, se produce un vaciamiento
de sí misma. Eso es lo que está pasando en Venezuela.
¿Hay una nueva derecha pos-neoliberal? ¿Es una operación de marketing o una verdadera transformación de estas fuerzas políticas?
Todo proceso
revolucionario victorioso instaura un horizonte de época ideológico, simbólico,
discursivo e institucional. Si no, no sería proceso victorioso. Y al marcar
este horizonte obligan a todos los sectores opositores a mutar si no quieren
aparecer como marginales. Seguirán siendo conservadores, pero para tener
vigencia han de cambiar.
Esto supone una trampa paradójica. Si la derecha acepta este nuevo orden discursivo, este orden muestra su poderío al integrar al recalcitrante y éste, a la vez, renueva su legitimidad. Quedan absorbidos por el nuevo mundo. Pero a medio plazo podrán reivindicar el desarrollo de este mismo horizonte, presentándose como los mejores continuadores, más eficientes. Esto es lo que dice Capriles y gran parte de la oposición venezolana, así como cada vez más sectores de la derecha boliviana.
Esto supone una trampa paradójica. Si la derecha acepta este nuevo orden discursivo, este orden muestra su poderío al integrar al recalcitrante y éste, a la vez, renueva su legitimidad. Quedan absorbidos por el nuevo mundo. Pero a medio plazo podrán reivindicar el desarrollo de este mismo horizonte, presentándose como los mejores continuadores, más eficientes. Esto es lo que dice Capriles y gran parte de la oposición venezolana, así como cada vez más sectores de la derecha boliviana.
¿Qué aprendizajes pueden extraer de América Latina los movimientos que
están por el cambio en Europa?
La
desnaturalización del neoliberalismo, su contingencia, su vulnerabilidad.
Parece muy sencillo, pero es una tarea de gran dificultad. Que en la mente de
los europeos entrara la idea de que esto es contingente y arbitrario ya sería
mucho. A mí América Latina me mostró que sí.
Según los
medios europeos, el resultado de nuestros procesos es el populismo total, un
vómito frente a la adversidad. Pero es evidente que algo cambió aquí.
¿Cómo pueden
los europeos recoger esta experiencia? El movimiento de los indignados fue una
creación muy rica, como el movimiento por el agua en Bolivia. Aunque luego se
diluyó. Aún no sabemos por donde van a converger las aguas de la acción
colectiva en Europa, pero el adversario a enfrentar es infinitamente más fuerte
que en América Latina.
Álvaro García Linera,
Vicepresidente del Estado
Plurinacional de Bolivia.
Tomado de Público.es

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