2 de abril de 2014

Economías americanas del siglo XIX (La dependencia latinoamericana)



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Dos regiones anteriormente coloniales, EUA y América Latina, desarrollaron un crecimiento económico desigual posterior a sus independencias.
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Abraham A. Sahua U.

Al finalizar las luchas independentistas en la América decimonónica, cada espacio o territorio emprendía una particular vida republicana. Muchos de ellos se esforzarán en la edificación del cimiento normativo que serviría de soporte en la nueva configuración política, económica, jurídica y social en la que incursionaron: elaboración de una constitución política que delinee los derechos y deberes de los ciudadanos, la creación de nuevas instituciones y la configuración de los límites del nuevo estado.


Lo que más preocupó a las monarquías europeas que perdieron sus colonias en América fue la autonomía económica de sus colonias.[1] Consideraron recuperarla con ofensivas políticas de “reconquista”, pero la ruptura del cordón umbilical fue definitiva. Y las naciones nacientes tuvieron que readecuar sus economías en base a lo que habían heredado del período colonial. Varios espacios siguieron con la práctica del antiguo sistema económico, por lo menos hasta el último tercio del siglo XIX. Y algunos lucharon por ponerse a la par de los ciclos económicos que marcaba el mundo en ese momento.

Sin embargo, en este breviario no se abordan los ciclos económicos de todas naciones latinoamericanas emergentes del siglo XIX, sólo la emergencia de tres países del Sur de América, como puntos de referencia -ya que todas las demás siguieron el mismo rumbo-, en ese tiempo de consolidación de las economías de la región.

1.  Génesis del subdesarrollo latinoamericano.

Según B. Stanley (1986), dos regiones anteriormente coloniales, EUA y América Latina,  desarrollaron un crecimiento económico desigual posterior a sus independencias. A ese hecho, el autor se pregunta: “¿Por qué, hacia 1870, surgió EE.UU. quizá como la segunda nación del mundo en el valor de su producción manufacturera mientras que América Latina siguió siendo todo un importante productor de artículos común de consumo, materias primas y víveres para la región noratlántica?”[2]. Y una presunción hipotética la halla en que ambas regiones construyeron sus modelos de sociedad y economía abrazando la herencia colonial.

La diferencia entre las colonias de EUA y América Latina  radica en que los colonizadores ingleses provenían de una Inglaterra modernizante y de avanzada, racionalidad que luego fue materializada en sus colonias de América del Norte, denominadas “las trece colonias”. En cambio, los peninsulares, provenían de una sociedad atrasada, feudal y con muchos conflictos, que también transmitieron esa realidad a sus colonias americanas, por la que quedaron retrasadas y con dependencias exteriores.

Rápidamente esa herencia colonial despertó en el ámbito político contiendas y disputas que llevó a guerras civiles internas, diezmando a la población y perjudicando el crecimiento de los aparatos productivos. No hubo ninguna planificación de ninguna naturaleza, más que mezquindades e individualismos. Y la consecuencia de esa actitud fue lacerante, al punto que ningún área productiva llegó a desarrollar una base económica suficientemente grande para sobreponerse a otras economías. Fue en esas condiciones las nacientes naciones americanas en que entraron a participar en el ámbito de la expansión del comercio internacional.

Con todos esos defectos, sin embargo, en la región se produjo un proceso de inserción a la economía de exportación con la configuración de tres grupos de países exportadores de productos primarios: países exportadores de productos agrícolas de clima templado, exportadores de productos agrícolas tropicales y exportadores de productos minerales. “(Y…) en cada uno de estos casos el comercio exterior contribuyó a configurar una estructura económica particular.”[3]

A continuación veremos a tres países, Colombia, Ecuador y México, que forman parte del segundo bloque junto con Brasil, América Central y el Caribe, y cierta región de Venezuela. Este bloque entrará en competencia con áreas coloniales y con la región del sur de EUA.

2. Colombia: la producción del café.

La economía colombiana, desde la época virreinal hasta su consolidación como nación,  tuvo varios matices que la llevó a constituirse como zona de producción de diferentes productos.

En la colonia hispana se constituyó básicamente como un espacio de economía minera; posteriormente, después de la guerra independentista y guerras civiles internas, finales del siglo XIX, se impuso el cultivo del café, principalmente. Y esta planta estimulante constituirá una de las más importantes de la población colombiana a partir de la década de los años cuarenta del siglo XX, que influirá decisivamente en su contexto económico nacional.

Una vez constituida la nación colombiana, su actividad económica más importante en el siglo XIX será la agricultura. Y el principal producto agrícola de exportación era el tabaco, que tendrá vigencia hasta las dos últimas décadas de dicho período, luego será reemplazada por la producción del café. Este producto agrícola se convirtió desde entonces en el principal monocultivo de Colombia. Asimismo, otros productos de importancia fueron la quina, el añil y el algodón.  La minería no había muerto. En consecuencia, será la agricultura y la minería la  base de la economía de Colombia en la época decimonónica.

Pero los productos típicos coloniales de exportación al mercado europeo hasta finales del siglo XIX serán el azúcar y el tabaco. Años después se dará una rápida expansión de la demanda de café y cacao.

“La estructura económica de Colombia en el siglo XIX presenta tendencias al fortalecimiento  del liberalismo económico con el estímulo a la  libre empresa, el libre comercio y la racionalización económica del Estado. (A…) mediados del siglo  XIX se realizaron grandes cambios en la economía colombiana, en la que se ha llamado Revolución socio-económica de 1850 en sus esfuerzos por una liberación de la estructura económica colonial.”[4]

La nueva clase política, de corte liberal, realizó reformas en la política, en la economía y en lo social, como la abolición del monopolio estatal sobre el cultivo del tabaco (decretada en 1848 y vigente en 1850).  “Esta medida permitió una considerable expansión de dicho cultivo en Ambalena y regiones circundantes. Esto posibilitó el desarrollo de la navegación a vapor por el río Magdalena y fomentó la navegación. Durante unos 20 años ofreció una alternativa a los exportadores de oro. (Y…) buena parte de la prosperidad derivada del tabaco fue a manos de los comerciantes antioqueños, que a su vez manejaban la minería del oro de esa región; esta acumulación del capital había jugado después, en el auge cafetalero y en el desarrollo industrial de Medellín, un rol fundamental.”[5]

Sin embargo la prosperidad del tabaco duró muy poco. A partir de la década de 1870 se produjo el declive de las exportaciones que se agudizará cada vez más en los años venideros por la competencia de Brasil, el deterioro de la calidad por los métodos extensivos de cultivo y la elevación de las tarifas en Alemania, que era el principal mercado consumidor.

El oro colombiano no había perdido vigencia, y tendrá, hasta el auge del café, en la década de 1890, una presencia invariablemente alta. Fue el segundo en su economía, a veces el primer lugar en las exportaciones.

La principal región del cultivo del café será Antioquía, en el occidente colombiano, la que representó en su momento una pujante zona cafetalera,  concentrando muy pronto a la industria incipiente a través de un fenómeno intenso de colonización interna.

“Uno de los movimientos internos de población de mayor significación en Colombia en el siglo XIX, fue la colonización antioqueña en el occidente colombiano, que llevó al poblamiento del sur de Antioquia, Caldas, Risaralta, Quindio, Norte del Tolima, Norte del Valle del Cauca Chocó y otras regiones de Colombia. Con la colonización Antioqueña surgió una nueva mentalidad y un grupo social  emprendedor en el occidente colombiano, que con el hacha y el machete desmontó selvas, ocupó tierras, fundó ciudades en la cordillera andina y se dedicó  al trabajo y al desarrollo para una sociedad progresista. Un nuevo eje económico agrícola e industrial se desplazó hacia el occidente colombiano que estimuló el desarrollo de algunas ciudades… “[6]

Es así, hacia 1880-90 la colonización agrícola avanzaba en función de la expansión del cultivo comercial del café en pequeñas propiedades y con el trabajo familiar. La colonización de Antioquia generó un paisaje agrario peculiar que incidirá rentablemente en la evolución económica de Colombia.

En consecuencia, gracias  a la extensión del café  y su auge de exportación, se unificó geográficamente el occidente colombiano, y Antioquia tomó la delantera como productor nacional del café hacia 1913, y que posteriormente se convertirá en cultivo permanente y en la ocupación más importante de la población colombiana.

3. Ecuador.

Al constituirse el Ecuador como república, una vez disuelta la Gran Colombia, quienes se apropiaron de inmediato del poder fueron los grandes terratenientes, los cuales se habían establecido sólidamente en la colonia.[7]

Es decir, desde fines del período colonial, hasta gran parte del siglo XIX, las extensas propiedades que se tenían en la Audiencia de Quito y la República del Ecuador, estarán controladas por grupos minoritarios que venían de la colonia. Y la gran población indígena sólo les servía como una forma de acumulación de riqueza por su mano de obra. Sin embargo, este gran segmento de la población ecuatoriana fue de importante consideración desde principios del siglo XIX, por su significación cuantitativa. Por lo tanto, “…desde un total estimado de 496.846 habitantes, 265.000; es decir, el 53% eran indios”[8].

Pero la clase terrateniente tuvo a otro sector como soporte de su economía, la introducción de los esclavos negros a los centros mineros auríferos y a las haciendas.

En este período histórico, Ecuador había desarrollado dos complejos económicos importantes, después de la colonia: al Norte, minas y haciendas; al Sur, haciendas-obrajes, que dinamizaron su economía con distintos sistemas. Por ejemplo, el sistema de transacción; es decir, la venta de tierras a la parentela. En un principio había una tradición de monopolio social que los mineros rompen al comprar tierras. El sistema de arrendamiento de la tierra por ciertos factores que no puede cubrir el terrateniente, por tanto lo arrienda, no lo vende, porque lo necesita para mantener su estatus social. Todo esto imposibilitó la modernización de la economía con tecnología del momento las unidades productivas. Pero se desarrolló el sistema de estancia ganadera (ganado mular, el más importante) y la unidad de plantaciones de varios productos importantes como la coca, la paja toquilla y el tabaco.

Llegando a las últimas décadas del siglo XIX, la región amazónica ecuatoriana se incorporó al mercado internacional, a través de la exportación a gran escala del caucho, constituyéndose así en “…el motor principal del proceso de articulación espacial en la Amazonía ecuatoriana durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX”[9].

4. México.

Uno de los principales problemas que había presentado la iniciada república mexicana fue que la gran hacienda continuó replicando el sistema de opresión y pongueaje, lo que significó ineficiencia y el impedimento de inserción de la agricultura a la economía capitalista. En consecuencia, la industria y la tecnología se habían ausentado en estas tierras. El momento señalaba que “…la hacienda ocupaba el 97% de la tierra, mientras el grupo de hacendados, una élite de 847 propietarios, apenas representaba al 3% de la población”[10].

El no fortalecimiento de la economía mexicana se debió precisamente por el ausentismo de medios de transporte y medios de comunicación básicos. Pero también por la no potencializaron de los bancos, el capital, la tecnología y el adiestramiento. El Estado no había visualizado estos problemas, porque su estructura continuó siendo colonial, visión colonial; por lo tanto, la miopía del pasado lo dominaba. Sin embargo, “el Estado no es el culpable del atraso, pero sí de no haber fomentado un desarrollo agrícola más equilibrado”[11].

Pero en el último tercio del siglo XIX, algunas regiones mexicanas sufrieron algunas transformaciones importantes, sobre todo en las regiones que tenían proyección en expansión urbana y a los mercados interconectados por el sistema ferroviario que se formó durante el gobierno de Porfirio Díaz. Por tanto, estas regiones serán convertidas en unidades productivas, en haciendas productivas, coherentes y satisfactorias, también importantes. Con el avance de la tecnología, propietarios se interesaron en la explotación racional, y se incorporan a la economía mercantilista. Sin embargo, aun así, este proceso será una explotación ineficiente de las unidades productivas mexicanas.

5. Conclusión.

Los países latinoamericanos que recientemente se habían liberado del yugo de sus colonizadores, en ningún instante, por lo menos al iniciarse como naciones, tuvieron la iniciativa de fortalecer sus propias estructuras económicas. Eso fue un error lapidario que, consiguientemente, los llevó a la dependencia. En consecuencia, estas naciones emergentes al momento de transitar de la colonia a la república lograron conseguir sus independencias más no sus libertades, que fueron embargados inmediatamente en el momento en que se apropiaron de las revoluciones independentistas las élites antiguas que no aspiraban a ningún cambio de estructura en la nueva sociedad sino mantener el antiguo régimen. El cambio fue sólo de dirigentes de la misma antigua élite colonial.

Fuentes bibliográficas.

CATAÑO, Gonzalo, Colombia: Estructura Política y Agraria, Bogotá, Ed. Estrategia, 1972. 
DEL PILAR GAMARRA, María, “La frontera nómada: frentes y fronteras económicas en el proceso cauchera ecuatoriano (1870- 7920), en  Procesos, Corporación editora nacional, Quito, 1996.
FURTADO, Celso, La Economía Latinoamericana, Santiago, Ed. Universitaria, 1970.
GUTIÉRREZ R., Jairo,  “Comunidades indígenas, liberalismo y estados nacionales en los andes en el siglo XIX”, en Pueblos de  indios, economía  y relaciones intertónicas en las ciudades, Universidad Industrial de Santander,  1998.
OCAMPOS, Javier, Historia básica de Colombia, Colombia, Colombia Ltda, 1984.
STANLEY, Barbaro, La herencia colonial de América Latina, Iztapalapa, Siglo XXI, 18ª ed., 1986.
S. CARDOSO, Ciro,  Historia económica de América Latina, Barcelona, Crítica, Tomo II, 1979.
NUÑELS, Jorge, “Marco internacional del proceso independentista-latinoamericana”, en Enrique Ayala Mora, editor, Independencia y período colombiano, Quito,  corporación editora nacional/editorial Grijalbo ecuatoriano, Vol. VI, 1989.
TORTOLERO, Alejandra, “Crecimiento y atraso: la vái mexicana hacia el capitalismo agrario (1856 – 1920)”, en Anuario IEHS, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, 2003.



[1] Jorge Nuñels, “Marco internacional del proceso independentista-latinoamericana”, en Enrique Ayala Mora, editor, Independencia y período colombiano, Quito,  corporación editora nacional/editorial Grijalbo ecuatoriano, Vol. VI, 1989.
[2] Barbaro Stanley, La Herencia Colonial de América Latina, Iztapalapa, Ed. Siglo XXI, 1986, 18ª ed., p. 124.
[3] Celso Furtado,  “La Economía Latinoamericana”,  Santiago, Ed. Universitaria, 1970, p. 50.
[4] Javier Ocampo, “Historia básica de Colombia”, Colombia, Ed. Colombia Ltda, 1984, pp. 249-250.
[5] Ciro S. Cardoso, “Historia económica de América Latina”, Barcelona, Ed. Crítica, Tomo II, 1979, p. 40.
[6] Javier Ocampo, “Historia básica de Colombia”, Colombia, Ed. Colombia Ltda, 1984, pp. 246-248.
[7] Jairo Gutiérrez Ramos,  “Comunidades indígenas, liberalismo y estados nacionales en los andes en el siglo XIX”, en Pueblos de  indios, economía  y relaciones intertónicas en las ciudades, Universidad Industrial de Santander,  1998.
[8] Jairo Gutiérrez Ramos, op. cit.
[9] María del Pilar Gamarra, “La frontera nómada: frentes y fronteras económicas en el proceso cauchera ecuatoriano (1870- 7920), en  Procesos, Corporación editora nacional, Quito, 1996.
[10] Alejandra Tortolero, “Crecimiento y atraso: la vái mexicana hacia el capitalismo agrario (1856 – 1920)”, en Anuario IEHS, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, 2003.
[11] Alejandra Tortolero, op.cit.

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