26 de noviembre de 2012

Censado en 25 minutos


Una seguidilla de golpes que provenía de la puerta de calle abrió mis ojos. Las manecillas marcaban las 9.10. El clima se mostraba gris. Era día del Censo 2012. 

En mi aposento, arropado entre las sábanas hasta la cabeza esperé unos minutos para que alguien asistiera a la llamada. Segundos después sonó el picaporte de la habitación contiguo y los pasos que se dirigían a inquirir quién tocaba. Hasta ese momento ya asentí que llegó la hora de ser parte del momento más esperado por todas las bolivianas y los bolivianos: ser censado.

Me enderecé. El astro Sol aún no se mostraba, lo que me acobardó a salir, y supongo que al resto de familia también, el silencio era absoluto. 

Definitivamente era el censador. El Hombre de mediana estatura, envuelto la cabeza con la capucha de su deportivo y un sobrero de doble ala, saludó y se depositó en el diván para hacer su trabajo. 

Escuché entre bambalinas que no era necesaria la presencia de todos los miembros de la familia, sólo el jefe de hogar, mi fader. Y bueno, todo el trabajo fue de él. Eso me alivió, entonces volví a la cama a hojear unas cuantas páginas, esperando a que acabe el periplo verbal. Somos siete y no hubo ningún problema. Cualquier duda sobre algún dato lo resolvió preguntándonos, y ya.

Todo el interrogatorio duró 25 minutos. Así de sencillo fue el Censo 2012.    

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