Aún retengo en la retina las clases magistrales que
nos impartía Álvaro García Linera en el poderoso San Andrés (UMSA), hoy vicepresidente
del Estado Plurinacional, flamante esposo de la periodista Claudia Fernández y uno
de los más importantes intelectuales latinoamericanos. Además de ser una piedra
en el zapato de la oposición política que no tiene propuesta ni proyecto para fortalecer
el país, sólo la intención de hacer caer el Proceso de Cambio a base de
artimaña gansteril. Los llamó, con justa razón, “miserables sin ideas”.
Es un ejemplo a seguir, independientemente de los
tiempos que se marca para concretar sus retos.
En sus clases nos llamaba la atención cuando decía que
en algún momento el “indio tendrá que gobernar el país”. El 2006, Evo Morales
Ayma es presidente con el mayor apoyo de los bolivianos, de récord histórico.
Años después, dijo a la prensa que podía morir tranquilo, porque vio a un indio
como Presidente. Era una de sus utopías, que la trabajó y la concretó.
En sus tiempos mozos estuvo en pareja con una
intelectual mexicana, de nombre Raquel, no le resultó y se dedicó a la lucha
social. Pero nunca le faltó compañía de bellas damitas que le seguían. Con mis
compañeros de clases fuimos testigos de aquello. Muchas veces, al finalizar las
clases, fuera del aula se encontraba siempre a alguna o algunas de éllas que le
hacían hora. Además de ser un buen ser humano, era un buen galán para las
chicas. ¡Ucha!, nos asaltaba una envidia, sana por supuesto, que…
Y en uno de los carnavales de Oruro, en la entrada
folklórica, dijo también a la prensa que se enamoraría de una de las chainas
morenas. Le había clavado el ojo a Claudia Fernández, su actual esposa.
A pesar de los remoquetes de aquellos que nunca les
pegó el amor, ambos concibieron nupcias, en dos escenarios rituales. El sábado 8
a la mañana en el complejo arqueológico de Tiahuanaco, en una ceremonia
ancestral, y el domingo 9 a la tarde en la Iglesia de San Francisco de la
ciudad de La Paz, en una ceremonia católica.
A esos actos religiosos, la red Uno lo denominó la
“boda real”. No creo que fuera así. Para eso tendría que haber un príncipe y
una princesa. Me refiero al título honorífico, de la realeza, además de súbditos subordinados y toda la
parafernalia del lujo que se gasta a cuesta del pueblo. No hubo títulos ni
vasallos ni lujos. Lo que hubo fue amor
de la pareja y del pueblo que le deseaba muchas, pero muchas felicidades.
Lo que me queda desearle a mi “cate” y su esposa es
larga vida para ambos y que Dios les bendiga.
¡Ah!, y haber si se pone a estudiar científicamente a
la mujer, que es complicado de entenderla…No, no es cierto. Es divina, tan
divina que cuando entra por asalto al corazón la hace añicos, luego nos
embrutece y llena el vacío que existe. Es de otro planeta. Sin ella qué
haríamos, nada. No no no, que la deje en paz. Si descubriéramos la fórmula para
entenderla, la vida sería aburrida además.

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