A media mañana del domingo gris, con
señales de tormenta y lluvia, una familia de cuatro personas abordó el minibús
en la ruta Ciudad Satélite-Ceja. En el trayecto, el hijo veinteañero dijo a su
madre: “En la tele hacen mucho show
sobre la muerte de la periodista, como si fuera gran cosa no”.
A simple impresión de la vasta cobertura informativa
que emiten los medios sobre las quince puñaladas que segó la vida de Hanalí
Huaycho –que dejó en este mundo a su hijo de cinco años–, parece cierto lo que
dijo el imberbe. Sin embargo, el fondo del asunto es otro. Pero, como él, seguramente
muchos caen en similar conclusión, sin dar lugar a otra reflexión.
La “gran cosa” no es la periodista, fue solo una
trabajadora del canal PAT, con amigos/as periodistas que se solidarizan con la
familia dolida, dando énfasis y seguimiento al hecho macabro propiciado por la
mano cobarde de quien fuera su esposo, el ex teniente Jorge Clavijo, que pasó a
la clandestinidad luego de cometer el crimen.
Aunque fuera una gran acaudalada de los billetes
verdes o una persona que extiende la mano para unos cuantos pesos –que jamás le
darían cámaras por más que le pasase algo peor–, el asunto sigue siendo otro.
En este caso no interesa la posición social, económica, cultural y otros.
La “gran cosa” es el hecho en sí, del mello y
desprecio a la vida, a la integridad física humana, por uno que abusa de su
condición. El punto es el feminicidio, que en estos momentos, en varios lugares
del planeta, muchas mujeres están siendo víctimas de ello.
El libro de los libros, la Santa Biblia, señala con
gran tino que la MUJER es como un “vaso frágil”. Para entenderlo, no es
necesario ser un gran teólogo sino humano. Pero algunos miserables pierden ese
don, dejándose llevar por el más bajo instinto mundanal, que lo manifiestan de
múltiples maneras, hasta privar la vida.
Reflexionar en estos momentos sobre el asunto, es una
necesidad…

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